lunes, 22 de febrero de 2010

Escaleras

De pronto me encontré ahí, a oscuras, con cinco pisos de escaleras negras bajo mis pies. No veía ni mis dormidas manos ni los fríos escalones, y los barandales hechos de ramas podridas y humedas eran mi única guía. Solo la nada frente a mis preocupados ojos, aunque estaba seguro de que el lugar era cerrado, ya que un fétido olor y un aire viciado ascendia de forma constante. Comenzé a saborear sangre y podredumbre, y lograba escuchar los lejanos lamentos de los espectros de las bestias arrepentidas. El primer piso a bajar era el mas difícil, pero no quería quedarme en la tan amenazante oscuridad. Podía percibirlo todo con mis sentidos, menos con el de la vista. Entonces era claro que debía avanzar sin medir las consecuencias. Nada podía ser peor que semejante ignorancia.

Contaba los escalones con mis cuidadosos pies, para saber después cuantos pasos debía dar. Cinco adelante, tres para girar y cinco para llegar al siguiente piso, donde por unos segundos iba a descansar. Y a oscuras descendí con los pies temblando y el corazón oprimido, ¿Quien me ayudaría si caía? Así seguí tres pisos mas cuando pude ver una tenue luz que subía desde una brillante puerta en la planta baja, la cual me llevaría, aparentemente, a un lugar mejor. Ya sin tanto miedo volví a confiar en mis ojos más que en mis ya descomprimidos y calmados pies. Mi nariz empezó a percibir un cambio en el aire que comenzaba a subir fresco y renovado, y las ramas del barandal empezaban a tener algo de vida, como una enredadera llena de brillo, sin espinas ni musgo. Los lamentos eran cantos ahora y en mi boca no había sabor alguno mas que el de mi insípida saliba. El último piso a descender fue simple, y al llegar vi la Gran Puerta Blanca. Fue en ese momento, cuando mas relajado me sentía, que los ví frente a la puerta; el alma de cientos de personas amontonadas. Habían tenido el valor de bajar por las oscuras escaleras hacia lo desconocido, pero nunca tuvieron el coraje de cruzar la puerta de luz. Algunos estaban ahí desde hacía días y otros vieron pasar decadas enteras parados en el mismo lugar.

Crucé la línea con mucha tristeza por ellos, aunque un sentimiento de paz, amor y libertad invadió mi alma cuando me encontre del otro lado. Pero tenía que hacerlo, tenía que mirar hacia atrás pues siempre fue inevitable en mi. Y entonces la ví, con los ojos aterrados, envejeciendo, mirandome pasar del otro lado mientras ella seguia inmovil al frente de la multitud.

Yo me anime a cruzar a la luz, y pese a la libertad que me rodea durante cada dia de mi vida, sigo siendo preso de mi voluntad, de querer liberar a los apresados.

domingo, 21 de febrero de 2010

Besos

Besos a la mañana, para empezar.
Besos sin miedo, para variar.
Besos en tu ceja, para ser original.
Besos en tu cuello, para fascinar.

Besos en tu vientre, para reír.
Besos en tu herida, para curar.
Besos en el lunar, para calmar.
Besos que no te di, cuando los merecías.

Besos al despertar, para despertar.
Besos antes de dormir, para dormir.
Besos para recibirte y que te quedes.
Besos para despedirte y que me recuerdes.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Reencarnación

Extraña y extravagante esa sensación
de recordar mas de lo que se.
Sentir que en mi mente hay más avistamientos
de los que mis ojos le cedieron.

Extraña la sensación de recordar vivencias
que este cuerpo nunca vivió.
Una muerte y un olor a esmeraldas
que este cuerpo nunca sintió.

El calor del metal en la carne
que nunca lleve a cuestas
El frío de las mañanas en valles
en los que nunca amanecí.

Ropas que lleve pero que no existen
desde mucho antes de haber nacido.
Y volver a nacer para volver a encontrarte
quizá por primera o ultima vez.

El tiempo no existe, solo el aire que se renueva
los relojes no sirven mas que para determinar
cuando termina una vida y cuando empieza otra.

martes, 16 de febrero de 2010

Tan calida como fría

Ella, testigo de muchas eventualidades.
Testigo involuntaria de sonrisas temerosas
y de lágrimas furiosas.

Desearía haberle dado algo más.
Desearía haber estado a la altura
de semejante aventurera.

Pero apenas la visitaba, le di poco y nada,
mis tristezas que entraban por mis oídos en la voz del viento
y mis sonrisas contenidas reposaban sobre mi hombro izquierdo.

Pero no mucho más… fui mundano
y reserve mis verborragias para que no se de cuenta
que no tenía nada que decir.

Que no estaba listo para hablar de carroñas,
reservar mis misterios para otro dia,
cuando vuelva a acariciarla con mis pies podridos

A la testigo, la molesta, vil y sucia.
Tan calida como fría, tan viva como muerta.
La Inmensa Arena.